El cenáculo de los ateos : El origen de las creencias

julio 28th, 2017

El cenáculo de los ateos: El origen de las creencias.

 

¿Cuándo y por qué empezó el ser humano a creer en el Más Allá?

Para contestar a estas preguntas sólo nos tenemos que remontar aproximadamente a unos 80.000 años de antigüedad.

En las cuevas de Shanidar, en el Kurdistán de Irak – curiosamente es en Irak a donde es exportada desde Afganistán la primera religión: el zoroastrismo –, encontramos enterramientos ritualizados de Homos neandertales. Los esqueletos se habían colocado en posición fetal, la cabeza en el oeste y los pies en el este; los cuerpos se habían cubierto con pinturas de color ocre rojo, el difunto había sido enterrado con sus útiles personales y se habían añadido flores y plantas curativas. Todo un ritual que induce a concluir que aquellos hombres, con un cerebro de 1400 gramos y aspecto bruto, creían en un Más Allá.

¿Cómo se produce esta creencia? Imaginemos que un ser de aquellos ha sufrido la pérdida de un compañero cuando intentaban cazar o defenderse de un megaterio (oso de tres o más metros de altura). Imaginemos que por la noche, en una cueva con otros miembros del grupo, el superviviente sueña y, en su mundo onírico, aparece el compañero fallecido afilando una estaca para cazar. El fallecido le habla, le advierte del peligro de las cuevas, de los grandes osos y sus zarpas o de los tigres de colmillos de sable. Es un sueño tan real, que induce a pensar al compañero que su amigo fallecido ha estado ahí, con él, que ha venido del Más Allá, para explicarle los peligros a los que se enfrenta en las cacerías.

Nuestro superviviente despierta y busca a su compañero fallecido en el interior de la cueva, despierta al resto del grupo y les explica que el fallecido ha estado allí, que le ha hablado. El resto del grupo también se sincera y explica que ellos también han tenido “visitas” de sus parientes fallecidos. En aquel instante nace la creencia de un Más Allá, un lugar donde van todos aquellos que fallecen. Como consecuencia de esta creencia uno de los miembros del grupo decide que hay que enterrar a los muertos, que hay que incluir en ese acto los útiles personales por si tienen que usarlos en el Más Allá. Este miembro se convertirá en el organizador de los ritos funerarios, será el primer chamán, el futuro sacerdote inquisidor.

El mundo onírico ha sido el detonante de las primeras creencias, un mundo cuyos relatos aún se arrastrarán hasta los futuros libros sagrados, donde los sueños tienen un especial significado. El mundo onírico es el origen de las primeras creencias, de los primeros enterramientos cuyos restos humanos enterrados evitarán ser un problema, ya que los cuerpos abandonados siempre atraen a los depredadores.

Al mismo tiempo jugará un papel importante el fuego, la primera energía que maneja el hombre primitivo. La hoguera será el primer cenáculo, un lugar de protección e intercambio de    conocimientos; un lugar de abstracción por el tintineo de las llamas y su poder de atracción. Es el fuego sagrado que protege de la oscuridad, que calienta, que cauteriza las heridas…es el fuego que se utilizará por Zoroastro o Zaratrustra  en el norte de Agfanistan durante sus rituales religiosos.

El chamán del grupo sabrá la importancia que tiene ritualizar los enterramientos. Algunos chamanes despertarán sus primeros egos al convertirse en protagonista y directores del enterramiento. Algunos chamanes sabrán que tener contacto con el Más Allá, produce credibilidad y autoridad, y no dudarán en convertirse en intermediarios entre el mundo real y el Más Allá, con presuntos mensajes que les transmitirán los fallecidos. Y si los fallecidos no son suficiente creíbles, se creará un ser superior, y ahí tenemos a Zaratrusta creando un dios bueno y un dios malo, forjando, una dualidad que maneja desde entonces nuestro cerebro en un mundo donde, erróneamente, impera el bien o el mal. La dualidad se convierte en un conductismo, con solo dos caminos alternativos, un sistema pobre y raquítico frente a la frescura imaginativa del pensamiento singular. Decía Campbell que “aunque Dios sea bueno y desee el bien para todo el mundo, por desgracia tiene un hermano imbécil que siempre está interfiriendo en lo que Él hace”.

El mundo onírico es la respuesta a las primeras creencias. Dice Patrick Harpur, en El fuego secreto de los filósofos, que para que la imagen de un sueño actúe en la vida debe ser experimentada como completamente real, y que es una excentricidad de nuestra cultura subestimar los sueños si tenemos en cuenta el importante papel que desempeñan, y han desempeñado siempre, no sólo en las culturas tradicionales, sino también, en las grandes religiones del mundo.

Aún en muchas tribus el sueño es una fórmula para conectar con los ancestros y con el resto del universo. Así, para estas tribus, lo real es el sueño; y la vida de vigilia es lo falso.

Creo, tal como funciona el mundo, que soñar puede ser el único método de iniciación que nos queda, con él, cada noche transcurrimos una “pequeña muerte” que nos va aclimatando al Otro Mundo. Shakespeare en La Tempestad, dice que estamos hechos de la misma materia que los sueños y que nuestra pequeña vida cierra su círculo con un sueño.

 

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