El cerebro de un terrorista u homicida es diferente debido a su infancia.

marzo 6th, 2017

El cerebro de un terrorista u homicida es diferente debido a su infancia

 

Esta semana es “La Semana del Cerebro”, y me gustaría reflexionar sobre varios temas relacionados con este órgano. El primero de ellos se refiere a la importancia que tiene el cerebro en los primeros años de nuestra vida.

Siempre he insistido en que los acontecimientos, el entorno, la alimentación y el trato que recibe un niño, condicionará en el futuro su vida.  Ahora, gracias a los instrumentos de neuroimagen (TAC, RM, RMf, MEG, etc.) no solo se confirma esta realidad, sino que se demuestra  que el cerebro de una persona conflictiva (criminal, psicopática o terrorista) tiene características físicas diferentes que las de un individuo normal.

Todos somos culpables de que una parte de nuestra sociedad sea un nido de seres perturbados que cometen actos criminales y que sean incapaces de diferenciar el bien del mal. Me refiero a esos seres que asesinan, cometen crímenes o actos sanguinarios. Seres que han llegado a ese comportamiento por culpa nuestra.

Si, por culpa nuestra, porque durante su infancia les hemos privado de una alimentación indispensable para desplegar un cerebro normal; porque han vivido, en los primeros años de su vida un mundo de carencias, en lugares salubres y con abundante contaminación, han sufrido las  secuelas del miedo y han carecido  de una enseñanza escolar básica. Muchos han sido víctimas de una continua violencia en sus casas o lo han visto en el entorno que habitaban, un terror continúo. Y también han carecido de estímulos y cariño, dos factores que imprescindibles.

¿Cómo piensan que será un individuo en su etapa adulta si ha pasado toda su juventud sufriendo violencia, asustado por bombardeos, maltratado, discriminado o bajo una educación autoritaria? Indudablemente no será un ser normal, ya que su cerebro, pese a la plasticidad, estará marcado para siempre. Igual que un niño famélico del Tercer Mundo, tampoco podrá nunca ser de adulto un sujeto con la capacidad de un niño occidental criado en unas condiciones normales. El hambre, la falta de vitaminas y proteínas habrá deteriorado su cerebro para siempre y le habrá condenado a ser un ser que difícilmente comprenderá el mundo que le rodea.

Las experiencias y la vida que conforma las etapas decisivas de la formación de nuestro cerebro, determinarán nuestro comportamiento en el futuro. Que seamos asesinos o terroristas dependerá de nuestra infancia, de la estructura cerebral que haya desarrollado en los primeros años de nuestra vida.

Sabemos que ciertos comportamientos sociales son debidos a traumas de la niñez o la juventud. En el caso de los psicópatas se aprecia que no tienen un cerebro diferente, pero la corteza orbitofrontal, área que regula la entrada de emociones en la toma de decisiones, presenta una actividad diferente en los psicópatas; una actividad detectada por la Resonancia Magnética, que afecta a la corteza prefrontal ventromedial, la amígdala y la sustancia gris pericueductal.

Los criminales tienen una constitución cerebral distinta a la de los seres humanos normales. Las Tomografías Computarizadas, revelan que existe una reducción del 18% del volumen de la circunvolución frontal media, y una reducción del 9% en el volumen de la circunvolución frontal orbital.

El cerebro de los suicidas contiene una alta tasa de moléculas inflamatorias (quiolínicos y citosinas). Y se ha comprobado que los malos tratos en la infancia están presentes un 30% en las personas que han pasado por episodios suicidas.

Somos consecuencia del desarrollo de nuestros cerebros en las primeras etapas de la vida. No exagero cuando destaco que esos niños famélicos que vemos en dramáticos documentales sobre el hambre en el Tercer Mundo, nunca serán seres normales y están condenados a una inferioridad mental frente a un niño debidamente alimentado en la sociedad occidental.

Pero no es solo el hambre y la falta de vitaminas lo que hace que ese ser pueda convertirse en un terrorista el día de mañana, también influirán las amenazas verbales que sufra, la intimidación, las humillaciones, los miedos y la violencia, el no poder tener una infancia normal, los maltratos físicos, toda una serie de circunstancias que los convertirán en un ser psicológicamente malvado.

Sufrir en la niñez estrés es producir cortisol que influirá en el crecimiento de las neuronas del cerebro, y por tanto en su capacidad normal de desarrollo. Sabemos que la amígdala cerebral se activa por el miedo, el peligro, las intimidaciones amenazantes. Estamos creando seres en potencia asesinos cuando les sometemos a una educación demasiado autoritaria y humillante, aspectos que son nocivos para sus cerebros. Y eso es lo que está sucediendo en muchas enseñanzas disciplinarias que se imparten, especialmente aquellas que tienen una raíz teológica.

Ciertas enseñanzas religiosas, impartidas en madrassas o en colegio  ultracatólicos, manipulan y condicionan los cerebros infantiles hasta el punto que crece una intolerancia hacia las otras creencias, costumbres o culturas diferentes. En ambos casos ese niño llegará a adulto con un cerebro “diferente” a lo normal, y terminará asesinando a los “herejes” occidentales o poniendo bombas en clínicas abortistas.

Un mundo violento, con la visión de peleas, asesinatos y humillaciones, afecta considerablemente al comportamiento de un menor, especialmente considerando que los niños son imitadores natos. No nos debe extrañar por tanto que imiten el comportamiento de los adultos, siempre lo peor, no por casualidad, sino porque es lo más impactante.

Se sabe que las carencias afectivas perturban, hecho que se demuestra en la actividad eléctrica del córtex. Los niños huérfanos sin carencias emocionales presentan un retraso en la maduración cortical. La inseguridad del menor produce estrés en el hipocampo, parte del cerebro que tiene una importancia vital en la memoria. Emociones negativas afectarán a la amígdala implicada en el miedo y la producción de cortisol. Vemos como el córtex prefrontal ha disminuido en los adultos que han sido maltratados durante la infancia. El estrés precoz también altera el córtex orbitofrontal que está implicado en las decisiones, motivaciones y sistemas de recompensa. Las hormonas del crecimiento cerebral se producen cuando los niños juegan y viven una infancia normal.

El terrorista es, en muchas ocasiones, un individuo que ha sufrido en sus infancia traumas que han afectado a su cerebro y lo han convertido en déspota, cruel, insensible y vengativo. Seres que son fáciles de manipular, condicionar, fanatizar y convertir en intolerantes. Si a todos esos hechos les añadimos aspectos religiosos tenemos el cóctel perfecto.

Concluyo que somos responsables, en parte, de la violencia  terrorista que vivimos. Hecho que no justifica el comportamiento del que pone artefactos explosivos o el que, intencionadamente y si necesidad, lanza un misil en un colegio. Sepamos que la formación de un cerebro normal ayudaría a crear una sociedad mejor, un mundo mejor. Hoy por hoy estamos expuestos a ser gobernados por la Calígulas, Iván el Terrible, Stalin, Idi Amin o Bossaka, todos ellos con una infancias terribles fomentadoras de terribles monstruos.

Comentarios desactivados en El cerebro de un terrorista u homicida es diferente debido a su infancia.

Comments are closed.