Confesiones aparentemente inocentes

septiembre 4th, 2017

 

Confesiones aparentemente inocentes

Hace una semana coincidí con un personaje que lee asiduamente mi bloc y algunos de mis libros. Tener una conversación con él fue y es interesante por el repertorio de sus conocimientos y reflexiones sobre nuestra existencia, nuestro ser y nuestras inquietudes.

Me pregunto: “¿No encuentras que cada día es más difícil descubrir personas con las que poder hablar de temas que no sean banales?”

Este fin de semana en “El País Semanal”, Javier Marías se realizaba un interrogante parecido y destacaba: “… porque tengo la sensación de que la gente (con excepciones) ha perdido sustancia”.

Más concreto en este tema es Michel Houellebecq cuando admite clara y valientemente: “Es irritante vivir en una época de mediocres, sobre todo cuando uno se siente incapaz de subir el nivel”.

El personaje con quién hablaba, llegó, en sus reflexiones, a preguntarme o auto-preguntarse “¿Qué hacer cuando estás con un grupo de gente cuya conversación es mundana, carente de interés, trivial, banal, llena de aspectos de negatividad y superficial?”.

Le contesté: “Yo aplico la cuarta regla de las Once Reglas Naqshbandis de los sufíes, que se titula Soledad en Compañía, y te enseña el arte y la habilidad de apartarse, de estar y no estar, de regresar a tu propia consciencia y a tú mundo”.

Sé que es una actitud egoísta, incluso dentro de las normas sociales es carente de diplomacia y educación. A mí me da la impresión que los contertulios no se dan cuenta, a lo sumo te reprochan que estás muy callado. ¿Qué vas a contestarles? ¿Qué no tienes ni puta idea del tema que hablan, que ese deporte por el que se apasionan, a ti ni fu, ni fa; que no te importa la vida del personaje que están hablando, que el tema de la conversación es mundano y de portada de Hola? Casi casi es mejor hacerse el ignorante y, contestar con humildad que desconoces sobre lo que hablan o sobre quién hablan.

La cuarta regla Naqshbandis, tiene sus peligros, uno de ellos es que mi compañera sentimental ya ha descubierto cuando la estoy aplicando, y con razón se enfurece pese a que yo trato de explicarle que mi mundo es complejo, que yo no atosigo a la gente con  mecánica cuántica, neurofísica o cosmología.

Javier Marías decía en uno de sus escritos que “al hacerse uno mayor ve cada vez más ajeno el mundo nuevo”, también al hacerse mayor uno adquiere más licencia para decir lo que le da la gana y escuchar lo que quiera. Así como reunirse con los amigos y amigas con los que tienes conversaciones interesantes, normales, ya no pido que sean metafísicas, pero que por lo menos contengan algo de sensatez, y carezcan de negatividad.

Desde el momento que alternamos quedamos expuestos al riesgo de que un mediocre fije sus ojos en nosotros e intente colocarnos las virtudes de su yo, su mundo, sus aventuras o los sinsabores de su vida, cuando no son sus enfermedades o sus sabios conocimientos en política partidista.

Decía Zuckerberg que “Si hay algo peligroso en la vida, eso es no asumir ningún riesgo”. Y alternar o llevar una vida social es asumir el riesgo de que la velada pueda convertirse en algo pasajero y frío como el viento.

¡Claro que me gusta hablar de ciencia! Pero no impongo esta conversación si mis contertulios no tienen interés… y casi nadie tiene interés, y  menos si el tema se convierte en transcendental sobre el ser, la vida y nuestra existencia… son temas amargan la noche a muchos porque, como dijo uno una vez: “No he dormido en toda la noche pensando en lo que explicabas”. Por supuesto no le dije que era lo que pretendía.

He querido abordar este tema porque algunas personas te califican de raro, de “profesor chiflado”, por el hecho de que tú mente sea más consecuente con temas científicos y filosóficos que con temas mundanos. Para algunos la ciencia y la filosofía es algo que se debe tratar en los Institutos y Universidades. Yo creo que la ciencia y la tecnología, más que nunca, deben ser explicadas al ciudadano en general, para que comprendan el sistema en que viven y destierren los falsos valores que tienen. Solo cambiaremos el sistema si cambiamos nuestras estructuras mentales. En cuanto a la filosofía, no hay que enseñar filosofía, sino enseñar a filosofar. El mejor modo de impartir una enseñanza es que la descubran los alumnos, que experimente. No hay que describirles una “neurona” por ejemplo, sino que ellos investiguen que es. Que forme equipos y que hagan un trabajo de descripción de lo que se les pide.

Cada uno nos hemos creado en un caldo de cultivo diferente, hemos tenido experiencias diferente, situaciones a veces inconfesables, hechos en general que han marcados nuestras vidas, han condicionados nuestros yoes, nos han llegado a crear traumas y bloqueos. A veces, con la carga de los años, uno se desahoga con comentarios como este que leerán mis amigos y comprenderán, porque son mis amigos. Seguirán preguntándome curiosidades o actualidades científicas y yo seguiré contestándoles con entusiasmo, sin atosigarles, sin soltarles “tesis doctorales” de horas de duración. También espero que me comprendan si alguna vez me sumerjo en el cuarta regla de los sufíes, porque me ha venido una idea o una reflexión a la mente que me ha impactado.

Y debo confesar que me gustan los buenos ágapes, la conversación inteligente entre vapores de Baco, las sobremesas interesantes, los acontecimientos del  mundo vistos y explicados por las mentes de los demás con sus ironías, sarcasmos y socarronerías.

Uno de mis personajes preferidos, que lamentablemente no llegue a conocer personalmente, fue el Nobel de Física, Richard Feynman, era como el profesor Dolinoff que me enseñaba cryogenia en París. Ambos originales explicando, ambos singulares, ambos aplicando la ciencia en todos los aspectos de la vida, ambos juerguista, bebedores, rebeldes a las normas establecidas y libertinos tarambanas. Ambos amaban la vida y sabían que había que aprovecharla para saber todo sobre ella; ambos estaban sumergidos en la ciencia y en el placer de vivirla y aplicarla. Doniloff me decía: “no pierdas tiempo con los que decaen, porque como ellos puedes decaer más y más”.

Feynman destacaba: “A nadie inspira nuestra actual imagen del universo este valor de la ciencia; sigue sin ser cantado por los cantores. Uno está reducido a oír no una canción o un poema, sino una conferencia en la noche”.

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