La máquina del tiempo

septiembre 9th, 2013

¿Se sorprenderán si les digo que fue un español el primero que realizó un relato de ciencia-ficción con el tema central de la máquina del tiempo? Yo había leído ya a los 14 años a H.G. Wells y su máquina del tiempo, en realidad me había leído todos los relatos de Wells que coleccionaba, en libros de tapas de cuero, el padre de mi amigo Ricardo Mayor. Leída la biblioteca de mi casa me convertí en un husmeador de bibliotecas ajenas.

Sólo, recientemente, descubrí que un español, Enrique Gaspar (1842-1920) había escrito un relato, El anacronópete, en el que describía una máquina del tiempo que se denominaba anacronópete (ana del griego que significa atrás, crono que se refiere al tiempo, y pete que significa el que vuela). Hasta al poner denominaciones, los españoles, lo realizamos con nombres que parecen de coña, adjetivos salidos de Mortadelo y Filemón.

La máquina de Gaspar tiene un diseño diferente a la de Wells. Wells construye una especie de motocicleta con un ventilador gigante en el respaldo; la máquina de Gaspar es una gran caja de hierro con cuatro remos impulsados por electricidad.

Personalmente los diseños de máquinas del tiempo que añoró son aquellas burbujas de cristal y metal que albergan un sillón de felpa roja con tachuelas doradas. Llámenlo romanticismo.

Ambos relatos, el de Wells y Gaspar, son distintos. El de Gaspar es irónicamente sarcástico ya que en su máquina, además de nobles viajeros, se cuelan doce prostitutas que viajan en el tiempo. El número de doce, escogido por Gaspar, también es sospechoso. Con todos los respetos ¿Se imaginan a doce prostitutas viajando por el tiempo? Pueden aparecer en el nombramiento de un Papa, en la fundación de los mormones, etc.
Sólo a Gaspar, que además tiene nombre de rey Mago, se le podía ocurrir un “gat” semejante.

Seamos serios. La máquina del tiempo es un instrumento factible para unos e imposible para otros. El físico Kurt Gödel propuso en 1949 la idea de que para que funcionara una máquina del tiempo tenía que rotar todo el universo. El físico Kip Thorne propone la utilización de los agujeros de gusano espaciales.

Viajar en el tiempo es un tema que ha vertido ríos de tinta, hasta que Stephen Hawking lo desmitificó con su “conjetura de protección de la cronología”. Con esta conjetura todas las paradojas del tiempo – viajar al pasado y matar a la propia abuela antes del nacimiento de la madre, etc. -, se sumen en puras especulaciones en la mente de Hawking.

Su conjetura propone que las leyes de la física impiden la creación de una máquina del tiempo, sobre todo en la escala macroscópica. Para Hawking el viaje del tiempo está prohibido por alguna ley fundamental de la naturaleza, posiblemente relacionada con aspectos mecanocuánticos de la gravedad. Sólo cabría la posibilidad de los multiversos… pero esto es largo de explicar y ya entraremos en ello en otra ocasión.

Cualquier viajero del tiempo perturbaría la historia, tanto si viaja al pasado como al presente. Un ínfimo cambio en el pasado le haría regresar a un presente distinto. El viaje al futuro aportaría una información que modificaría el presente y por tanto el futuro. Hawking comenta irónicamente que, si el viaje en el tiempo fuera posible, tendríamos el presente lleno de turistas del futuro.

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