Edward Snowden

junio 18th, 2013

Primero fue Julian Assange que filtró 700.000 documentos que le suministró el soldado Bradley Manning, analista de inteligencia. El primero está refugiado en la Embajada de Perú en Londres y el segundo está siendo juzgado por espía y traidor en Estados Unidos. Ambos aseguran que sus filtraciones son para hacer un mundo mejor.

Hoy es Edward Snowden, agente de la CIA que ha denunciado la vigilancia ilegal que práctica su Gobierno en todo el mundo. Para Snowden se trata de una hipocresía que le acusen de denunciar este hecho. Sus declaraciones sobre este espionaje de la NSA (National Security Agency) es estremecedor, ya que asegura que está agencia de espionaje americana ha interceptado más comunicaciones digitales en Estados Unidos que en Rusia. Y que la NSA es capaz de piratear en todas partes, en todos los países del mundo, amigos y enemigos.

Sus declaraciones sobre la capacidad de la NSA estremecen, ya que asegura que son capaces de intervenir ordenadores en cuanto uno entra en la red, y saber desde que ordenador entra. Una capacidad que permite que nos introduzcan un virus en cualquier momento que estemos conectados a la red.

Snowden defiende la Cuarta Enmienda de la Constitución de EE.UU., que prohíbe los registros sin orden judicial, y cree que un ordenador personal esta sujeto a esa ley.

Snowden asegura tener planos de las redes, algo que pone en peligro su vida. Ya que para algunos servicios de inteligencia es mejor que un personaje como él sufra un “accidente” que llevarlo ante un Tribunal en el que se destaparían más cosas. Snowden sabe, y así lo manifiesta, que no es posible enfrentarse a los servicios de inteligencia más poderosos del mundo y no ser consciente de ese peligro. Por ahora esta refugiado en Hong Kong, pero ¿hasta cuando? Pero teme ser “neutralizado”, eufemismo de la CIA que sustituye al término eliminar.

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Ya nada es como antes

junio 14th, 2013

El espionaje está perdiendo el romanticismo que le impregnó John Le Carré. Ya no existe el muro de Berlín por el que saltaban los traidores desesperados; ni el Check Point Charlie, puente entre las dos Alemanias en el que tanto espías se habían intercambiado; ya no se pasa la información en un sobre usando el clásico banco de un parque; ni el buzón en el hueco de un árbol; ni la pensión, “asset”, de la afable y afectuosa viejecita holandesa sirve de refugio; no hay encuentros en solitarios en garajes como el de “garganta profunda” revelando pistas del Watergate a los reporteros del Washington Post.

Los espías de hoy son solitarios en sus ideologías, no como los traidores “topos” del MI5 que se reunían de cuatro en cuatro en “Circus”. Hasta en la Biblia, David envía sus espías de dos en dos.  Ahora son gente solitaria como Assange, hombre de desconocidas amistades; Manning entregando los documentos en bloques de 700.000 por la Red; o Snowden que deja a la novia, huye a Hong Konk, y traiciona por ideología a la NSA y la CIA.

Tengo que escribir un libro que hable en profundidad de la segunda profesión más vieja del mundo. Hablar de los desertores y de los que renunciaron. En ambos casos abundantes. Ya decía Norman Mailer que “los desertores potenciales abundan al menos tanto como los alcohólicos potenciales”. Por si acaso no guardaré mi información en el portátil dado que, cada vez que lo conecto a la Red, puedo ser “pinchado” (PRISM).

Últimamente incluso en nuestro entorno hay “movida” de espionaje. Casos cutres como el del restaurante “La Camarga” y Método 3, con micrófonos en sospechosos floreros que no cuelan ni en un parvulario. Casos evidentes y reincidentes como el agente Ziani de Marruecos, que se olía desde Bélgica; y casos oscuros como el del director general de prisiones Xavier Martorell, un affaire que aún está por aclarar.

El ciberespacio ha dado nuevas posibilidades al espionaje, o debiera decir ciberespionaje, un sector donde chinos, americanos e israelíes tienen las primeras butacas. Le Carré destacaba que si llegase el día en que no quedasen enemigos en el mundo, los gobiernos los inventarían, y que mientras las naciones compitan y los políticos engañen, la profesión de espía tiene futuro. Si tuviera que elegir el título para la nueva película de James Bond, optaba por: “Ya nada es como antes”.

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