Ya tenemos otro Grial

marzo 31st, 2014

Empiezan a haber tantos Santos Griales como astillas de la cruz, clavos de la crucifixión o brazos de santa Teresa. Las reliquias siempre se han multiplicado. Pero el Grial tiene gancho ya que se popularizo en la saga del Rey Arturo y se escenificó cinematográficamente con Indiana Jones.

Ahora dicen unos investigadores que han encontrado en la basílica de san Isidro de León, la copa de la última cena de Jesús, el Santo Grial. Está manufacturado en cerámica de Qumram utilizada en Palestina, por lo que no se puede realizar la prueba del carbono-14 sin destruirlo.

Dicen que este nuevo y “auténtico” Grial salió del Santo Sepulcro en el año 400 y, después de pasar por las manos de varios califas, uno de ellos se lo entregó a Fernando I en 1054, y de ahí a la custodia de doña Urraca que adorno con joyas.

Hablamos de la copa que Jesús utiliza en la Última Cena, ya que la versión de un José de Arimatea recogiendo la sangre de Jesús en la cruz con este cáliz no aparece en el Nuevo Testamento, y sólo forma parte de la fantasía literaria posterior.

Por ahora todas las copas encontradas son de materiales lujosos para aquella época, cuando los cristianos más humildes siempre pensaron que sería de madera, como corresponde a un carpintero.

Umberto Eco en su novela Baudolino, en una conversación genial entre un rey y un aventurero que quiere ir a buscar el santo Grial, el primero le dice al segundo: “… Nuestro Señor era hijo de un carpintero y estaba con unos muertos de hambre peor que él; durante toda su vida llevó un único vestido que no tenía costuras para que no se le estropease antes de cumplir los treinta y tres, y tú me sales con que se iba de jarana con un cáliz de oro y pispazúlilis. Ya era mucho si tenía una escudilla como esta, que se la había tallado su padre de una raíz…”.

En la actualidad existen varias copas que pretenden ser los verdaderos griales. Una historia apócrifa describe un Grial que fue ocultado en la cueva de San Juan de la Peña en el año 713 por un obispo llamado Auduberto. En el siglo XII, ante la amenaza de los musulmanes, fue llevado a los Pirineos y entregado a los cataros. Tras la destrucción de los cataros la copa regresó nuevamente a España y se ocultó en una cueva bajo la protección de Martín el Humano, rey de Aragón. Una historia más real relata que este Grial fue confiado por el Papa Sixto II, en el siglo III, a su diácono Lorenzo, que a su vez lo envió a Huesca. Cuando los musulmanes invadieron España, el obispo Auduberto lo ocultó en el monasterio de San Juan de la Peña. Está probado que en 1.134 los monjes poseían un cáliz de piedra. Este cáliz pasó en 1.399 a Martín el Humano, que lo depositó en la Aljecería de Zaragoza y durante el reinado de Alfonso el Magnánimo fue a parar a la catedral de Valencia que es donde hoy se encuentra.

Otro de ellos es el que los cruzados trajeron, un Sacro Cantino, una fuente de vidrio verde de unos 40 centímetros de diámetro que fue encontrada durante el saqueo de Cesarea, en el año 1101, y se transportó a Génova, donde hoy está en su catedral. Otro Santo Grial es el cáliz de O Cebreiro (Camino de Santiago) en la iglesia de Santa María, famoso por el milagro eucarístico que hizo que el pan y el vino se transformara en carne de cristo. Existe un Grial británico que es una bandeja de cristal de piedra hallada en Glastonbury.

En 1.995 Graham Phillips publicó un libro que revelaba dónde se encontraba el Santo Grial. El autor parece encontrar la pista de este cáliz en una familia del siglo XIII, ya que el historiador Thomas Wright habría escondido la copa, en el siglo XIX en una cámara secreta ubicada en la base de una estatua de un águila de piedra ubicada en una cueva artificial en Hawkstone Park, a 24 kilómetros del castillo de Whittington, y dejó un código secreto que indicaba el lugar. Walter Langham, nieto de la familia, descifró el código y recuperó el cáliz que se hallaba en la base de estatua. En aquellos tiempos, 1.934, el descubrimiento de “una copa” sólo fue publicado en una guía de rutas llamada Shropshire Rambles, sin darle la mayor trascendencia. Graham Phillips, el autor del libro, contacto con la bisnieta de Langham, Victoria Palmer, quién le confirmo el hallazgo de su bisabuelo. Es más, había heredado la copa y la conservaba, aunque desconocía que pudiera ser el Grial. Esta copa no mide más de seis centímetros y está elaborada en ónice verde, y según los arqueólogos es posible que date de la época romana. Pero, lamentablemente nada prueba que sea la copa que se utilizó en la Última Cena.

Podría extenderme en una larga lista de Griales e historias que pasan de los druidas a las sagas nórdicas sin olvidar los sufíes. La historia del Grial es una leyenda de una reliquia más como las miles que hay en el mundo.

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