La noche que “hundimos” el ferry Tipasa

octubre 2nd, 2012

 

Cuando realizamos la expedición Tassili-2 (centro del Sahara argelino, en el Hoggar), embarcamos en el Tipasa, ferry que realizaba la ruta Alicante-Orán. El barco, en su cubierta “VIP” disponía de un salón con bar que desembocaba en un pasillo con varios raquíticos camarotes a cada lado. Luego los asientos de cubierta, la bodega para vehículos, etc. Los miembros de nuestra expedición, cuatro, alquilamos un camarote de cuatro literas con un pequeño ojo de buey tan rayado que no pasaba ni la luz de Sol. Quiero prescindir de nombres en esta historia, porque lo importante son los hechos. Así que, destacaré, que uno de nosotros se fue a dormir radiando sonoros e insoportables ronquidos superiores a una estampida de búfalos. Los otros tres decimos ir al salón-bar a tomar algo ante el insufrible ronroneo peor que la persistente y angustiante llamada nocturna de los gorilas del Congo en su época de celo. Fue en este salón, junto a unos alemanes y franceses, con la silenciosa complicidad de los camareros, que ideamos prodigarle una broma a nuestro roncador compañero.

Nos mojamos los cabellos, nos pusimos los salvavidas, nos dejaron una cubitera llena de agua y entramos en el camarote, unos gritando con gran desesperación: “¡Se hunde!, ¡Se hunde!”, mientras otro arrojaba el agua de la cubitera sobre la cabeza de nuestros compañero. Como estaba ubicado en una litera superior, al incorporarse mojado se golpeó con el techo, eventualidad que no habíamos considerado en nuestro escenario de naufragio, pero, afortunadamente, fue un golpe leve. Nosotros, con los salvavidas puestos salimos del camarote y nos refugiamos en el camarote de enfrente, de unos alemanes conchabados que se partían de risa. Nuestro compañero, con unos calzoncillos blancos, mojado y con un chichón en la cabeza, salió corriendo por el pasillo mientras intentaba abrocharse el salvavidas de color naranja. Desembocó en el salón-bar donde el resto de los viajeros esperaban el resultado de la broma. Se encontró desconcertado en medio de la sala, chorreando agua, descalzo, en calzoncillos y un chaleco salvavidas, con gente que lo miraba desternillándose de risa.

Nuestro compañero de expedición se dio cuenta que había sido víctima de una elaborada broma, regreso cabreado al camarote voceando maldiciones y groseras letanías contra nosotros que no me atrevo a transcribir. Como suponía que estábamos ocultos en algún camarote golpeaba y pateaba con rabia todas las puertas del pasillo. Aquella noche, los otros tres miembros de la expedición tuvimos que dormir en el salón-bar ya que se cerró a cal y canto y no nos dejó entrar a dormir en nuestras literas. Fue el castigo que recibimos, pero aun recuerdo la ovación de aplausos y risas que tuvimos cuando regresamos al salón-bar, y como todos los extranjeros que allí estaban competían por pagarnos unas copas y haberles alegrado la aburrida travesía. No existían aún las cámaras fotográficas de los teléfonos, y sólo unos japoneses realizaron fotos con cámaras desechables… fotos que deben guardar celosamente en sus álbumes familiares y enseñar a sus nietos explicándoles la extraña historia de la noche que se “hundió” el Tipasa.

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Mi primer airmiss

septiembre 24th, 2012

Este artículo está dedicado a Xavi Mocholi del Pub2000, con su flamante título de piloto privado de Aviación. Para los profanos un “airmiss” en el argot de la aviación es un incidente en el que dos aviones se cruzan demasiado cerca. Es decir, apunto de colisionar.

Mi primer airmiss tuvo lugar en un vuelo desde Vitoria a Sabadell, volábamos dos en una Beechcraft monomotor de cuatro plazas. Como ha transcurrido el tiempo seré sincero, nos habíamos bebido tres gin-tonics cada uno en el recién estrenado aeropuerto de Vitoria cuyo director técnico era también amigo nuestro y nos había estado haciendo demostraciones del “látigo” de pista. Lucía un día soleado y decidimos hacer un vuelo visual, nada de instrumental, volando siempre sobre el margen derecho del Ebro, así nos ahorrábamos formulismos en el plan de vuelo.  Llegamos a las cercanías de Zaragoza y por radio anuncie a la torre de control del aeropuerto: “Eco Charli, Bravo Eco Papa (EC-BEP), volando en su espacio aéreo, espero instrucciones”. El controlador de Zaragoza me indicó: “los tengo en pantalla, colóquense en zulu-zulu”. Mire desconcertado a mi compañero de vuelo que llevaba los “cuernos”, a quién lo de zulu-zulu le sonaba a un cómic de Tin Tin. Ojee el libro de “petete”, coloquialmente libro donde están todos los aeropuertos de España, y no me aparecía zulu-zulu, también consulte las cartas de navegación y, finalmente, insistí: “Torre, he entendido bien zulu-zulu”, a lo que la torre contestó: “correctamente, ha entendido bien zulu-zulu”. Nos pasamos los “cuernos” y mi compañero de vuelo buscó afanosamente en libros y cartas de navegación. Al final tuvimos que llamar a la torre de control y explicar con embarazo y vergüenza: “Torre, lamentamos desconocer la ubicación zulu-zulu”. Al otro lado de la radio se oyó una orden tajante y estridente: “¡Sitúense, inmediatamente, al margen izquierdo del Ebro!”. Justo cuando iniciábamos la maniobra de “evasión”, despegaba un Boeing de la British Airway cuyas turbulencias nos empujaban más que nuestros esfuerzos de maniobra evasiva. Siempre lo recordaré, el piloto de la British era rubio y con bigote, y nos miraba con la boca abierta y los ojos desorbitados.

Ese fue mi primer airmiss, todavía no sé donde coño está la zona zulu-zulu, si lo entendimos mal o si el controlador de Zaragoza estaba más cocido que nosotros. La moraleja es no bebas nunca tres gin-tonics si pilotas… que sean cuatro o cinco.

El segundo airmiss fueron dos Phantons del E.A. que nos hicieron la gracia de un picado rasante, vinieron por  las seis y desde arriba, aún siento el ruido y las turbulencias en mi estómago. No les vi las caras porque llevaban los cascos de la “guerra de las galaxias”, pero seguro que se reían al verme con la boca abierta y los ojos desorbitados.

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