¿Cómo se puede llegar al extremismo del EI?

diciembre 16th, 2014

Cuesta pensar que le puedan cortar la cabeza a una persona por no querer convertirse a una religión extremista como es el islam radical. Cuesta considerar como se puede hacer una diferenciación con las mujeres y obligarlas a ir con burkas y prohibirles la educación. Cuesta entender que se mate por una creencia y que se entablen guerras sangrientas en nombre de un dios. Cuesta creer que se eduque en madrazas a niños dentro de una sola visión religiosa del mundo, y que se les condicione y se les manipule convirtiéndolos en asesinos o mártires dispuestos a auto-explosionarse en un mercado lleno de gente.

Cuesta creerlo, pero nosotros, los occidentales estuvimos sumidos en el mismo estado en el medioevo. A los herejes y no creyentes del cristianismo, no se les cortaba la cabeza, pero se les quemaba en la hoguera. A las mujeres no se les colocaba una burka, pero se les instalaba cinturones de castidad o bragas de hierro, cuya llave se llevaba el señor feudal del castillo cada vez que salía a practicar su derecho a pernada. También se les negaba la enseñanza, a excepción de la religiosa; y las más rebeldes, las que leían libros o estudiaban plantas, se las encerraba en conventos.

Los papas y reyes de la época desataron terribles guerras religiosas, las Cruzadas, en las que se asesinaba, mataba, violaba y saqueaba a aquellos y aquellas que no creían en nuestros Dios. Nuestras madrazas fueron los conventos y monasterios donde se educaba a los hijos de los más poderosos, y también se realizaba con una sola visión religiosa del mundo, al margen de condicionar la mente de niños y niñas para matar y morir en nombre de su Dios.

El Estado Islámico (EI) está viviendo una historia semejante a la que nosotros vivimos en el medioevo, siguiendo estancado mentalmente en ese oscuro pasado, solo que ahora en vez de tener cimitarras, tienen armas automáticas; en vez de catapultas, infalibles misiles; en vez de caballos y carros, tienen vehículos blindados y tanques. Son los terroristas más ricos del mundo con sus negocios petrolíferos, sus ventas de obras de arte saqueadas, sus injustos impuestos. Y lo más peligroso es que pueden, en pocas horas, viajar a cualquier lugar del mundo.

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¿Es la ciencia la nueva religión?

octubre 10th, 2014

Cada vez son más los que tienen más fe en la ciencia y la consideran más verdadera que los que creen en las religiones, y cada vez son más los descubrimientos científicos que rebaten las historias, mitos y leyendas que han sido fundamentos ortodoxos e incuestionables de las religiones.

Las historias bíblicas o coránicas ofrecen uno hechos indemostrables que son aceptados sólo por aquellos cuyo razonamiento es muy infantil o fanatizados.

Todas las encuestas muestran que la gente da mucha más credibilidad a lo que dicen los científicos y profesionales de la medicina, que lo que afirman los clérigos. En una escala del 1 al 10, la credibilidad y confianza en la ciencia está en el 1 y la religión en el 9. El puesto número 10 lo han ganado con honor los políticos.

Cada día son más los que públicamente confiesan su ateísmo o agnosticismo, y cada vez aparecen más movimientos racionalistas, humanistas o transhumanistas. Los no creyentes han empezado a “salir del armario” cuando las religiones solo les ofrecían tener fe en sus tradiciones y la ciencia les brindaba la experiencia de saber la realidad sobre lo que les rodeaba, viviéndola intensamente y con la esperanza, cada vez más, de una mayor longevidad.

¿Ha ocupado la ciencia el lugar de las religiones?

El sociólogo G. Lenski define la religión como “un sistema compartido de creencias y prácticas sociales, que se articulan en torno a la naturaleza de las fuerzas que configuran el destino de los seres humanos”. ¿No es la ciencia también un sistema compartido de creencias? Creencias en teoremas, hipótesis, postulados, etc. ¿No se articulan esos teoremas, hipótesis y postulados en torno a la naturaleza de las fuerzas que están configurando a los seres humanos?

Las religiones se basaron, durante muchos siglos, en milagros de escasa credibilidad que eran aceptados por un vulgo de exigua cultura y psicología cargada de temores. Hoy la ciencia no precisa de milagros para curar enfermedades que antes eran incurables y ha conseguido que la vida de una persona llegue a edades que antes eran impensables. Pero es más, las nuevas tecnologías y la nueva medicina investiga para que el ser humano alcance una inmortalidad, aquí en la Tierra, frente a la hipotética e indemostrable inmortalidad que ofrecen las religiones en un ingenuo más allá.

Ha sido la ciencia quién con su progreso ha ayudado a la mujer a alcanzar un estatus social equiparable al de los hombres. Con los anticonceptivos y los abortivos ha permitido que la mujer alcanzase una libertad que muchas religiones le tenían vetada. Es esa misma libertad la que ha permitido a los científicos trabajar en campos de la ciencia y desarrollar teorías cuya exposición, unos cientos de años atrás, hubieran representado acabar en la hoguera.

Volamos en aviones y viajamos al espacio dominando un cielo que era de unos ángeles inexistentes, lo hacemos a bordo de tecnologías que hemos creado, no montados en caballos o flotando en nubes. La ciencia puede demostrar racionalmente y matemáticamente todos sus descubrimientos, frente a las historias religiosas que sólo son fantasías literarias que sucumben a un análisis racional o una datación científica.

Da la impresión que la ciencia se ha convertido en una nueva religión, o como mínimo, ha ocupado su lugar frente a una civilización occidental que le otorga más crédito y confianza. Ser cientificista es creer que la ciencia desarrollada por el ser humano lo puede y podrá todo, y que la razón, y no los mitos, resolverá las incógnitas de nuestra existencia y nos hará inmortales en este mundo.

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Creencias, ingenuidades y otras sindromes

agosto 8th, 2014

Una gran parte de los seres humanos sigue creyendo en mitos, leyendas, profecías y oráculos. Prescindo de mencionar los fenómenos paranormales y las creencias religiosas, dos conceptos que merecen un tratamiento a parte.

Siempre hay un profeta de turno que anuncia el fin del mundo para una determinada fecha, y unos seguidores de este augurio que no han escarmentado con todos los fines del mundo que se han anunciado y que no se han cumplido nunca.

Estos profetas de calamidades apocalípticas acostumbran a obtener cierta rentabilidad de sus augurios tenebrosos. Luego, ante el fracaso evidente, permanecen un tiempo calladitos hasta que la gente olvide su desliz. Y lo increíble es que la gente olvida y se estremece por un nuevo pronóstico que tampoco se cumplirá. Debe ser que psicológicamente necesitamos una amenaza apocalíptica para satisfacer nuestra tarada inteligencia.

¿Cuántos fines del mundo hemos vivido? ¿Cuántas amenazas de calamidades nos han anunciado? ¿Cuántos asteroides se aproximaron a nosotros para acabar con la vida en la Tierra? ¿Cuántos objetos extraterrestres se acercan para traernos un mensaje “divino”?

Y a toda esta serie de bulos se añaden los “leyendas urbanas”: seres extraterrestres que conviven con nosotros, monstruos diluvianos que viven en las cloacas de las ciudades, historias que aseguran que el hombre jamás piso la Luna, bases nazis en el otro lado de la Luna, y un largo etcétera, etcétera.

¿O nuestra civilización es más inculta de lo que creemos o existe un síndrome que nos arraiga a creer en estas perogrulladas? Uno termina sospechando que heredamos un gen ingenuo, irracional y anti-culto que ingerimos en aquella manzana del “árbol de la sabiduría”, a no ser que Eva se equivocase de árbol y fuese una manzana con el gusano “de la estupidez”.

El nivel de cultura y educación no se puede medir con los baremos que estamos utilizando. Saber leer y escribir no excluye de ser analfabeto. Se puede saber leer y escribir y no comprender nada de lo que explica un periódico, un hecho que normalmente ya cuesta entender por otras razones que no vienen al caso. Los niveles de cultura se aprecian en esos programas basura de la televisión, donde sus protagonistas pueden estar horas hablando sin decir nada interesante y mostrar, unos grados tales de incultura que uno siente vergüenza ajena.

Con estos niveles no nos debe extrañar que los políticos manejen esa dialéctica de conclusiones y promesas que en la mayor parte de las veces nos llevan a exclamar aquellos de: “¿Pero es que nos toman por tontos?”. Pues no solo nos toman por tontos, sino que saben que la mayoría de la población es tonta e inculta.

Seguimos teniendo los mismos ciudadanos del medioevo, con sus creencias religiosas, su incultura, su poco interés por la ciencia, historia, filosofía. Seguimos siendo una casta de trabajadores a las órdenes de señores feudales, obispos y reyes. Seguimos aceptando viejos valores como la familia, la patria, el honor y la bandera.

Unos pocos intentan luchar desesperadamente para obtener conocimientos que nos ofrezcan una vida mejor, más culta, más sana y con unos valores diferentes. Pero son, eso, solo unos pocos, sumergidos en una Odisea en la que abundan cantos de sirenas, brujas como Circe y Polifemos que nos vigilan no sea que alguien los vaya a creer.

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Ateos

mayo 26th, 2014

Leo en El País del viernes 23 el artículo del escritor Franscis Spufford titulado. “Queridos ateos…”. Spufford empieza ofreciendo la pipa de la paz y termina desenterrando una trastocada hacha de guerra.

Comparto con el que ni creyentes ni no creyentes podemos demostrar, unos que existe Dios y otros que no existe. Para los primeros es cuestión de fe, para los segundos cuestión de razón. Los primeros se apoyan en la tradición religiosa y los segundos nos apoyamos en el humanismo y la ciencia.

Una discusión proselitista entre ateos y creyentes sería inútil, ninguna de los contertulios podría convencer al otro. Habló de cristianos y ateos, no de otras religiones en las que impera una intolerancia imposible de superar, y aunque me sabe mal decirlo, ante la intolerancia: intolerancia.

Creyentes y no creyentes sólo pueden sentarse a dialogar sobre los peligros que les amenazan: las sectas que se amparan en pseudo-religiones y pseudo-ciencias. Un peligro para todos aquellos infelices que caen en sus redes y que pueden ver destrozadas sus vidas por estructuras crematísticas dirigidas por líderes dignos de compartir una celda con Hannibal Lester. Creo que creyentes y no creyentes estamos de acuerdo que no podemos permitir estas manipulaciones cerebrales en los seres humanos.

Francis Spufford olvida en su artículo que los no creyentes ya son casi tantos como los creyentes cristianos. Que existen movimientos humanista y transhumanista y que si esos movimientos son verbalmente agresivos con el cristianismo, es porque se sienten atacados por la Iglesia, que aprovecha su convivencia con determinados gobiernos para imponer leyes que beneficien su poder sin considerar que, esas leyes, afectan a todos los ciudadanos, entre ellos los no creyentes. Por lo que hay que considerar quién es el agresor, y el porqué del rebote de las asociaciones ateas.

Spufford, en su artículo, es el primero en atacar a Richard Dawkins, a quién acusa de no saber nada sobre religión. Tal vez le sepa mal que Dawkins sea autor de varios bell-sellers como “El espejismo de Dios” o “El gen egoísta”, cosa que por ahora no ha conseguido su libro “Impenitente”.

Sépase que Dawkins es también líder del movimiento Transhumanista en el mundo, ganador de muchos premios científicos y fundador de la “Richard Dawkins Fundación para la Razón y la Ciencia”.

Pienso que el artículo de Spufford, “Queridos ateos…”, empieza con un título engañoso, un artilugio en el que si bien al principio es reconciliador, tiene una última columna llena de reproches y advertidas provocaciones. Nos acusa de carecer de sentimientos convincentes, de hostiles y gratuitas posturas con los creyentes, de ver la religión como una afrenta y una encubierta acusación de proselitismo antirreligioso que compara con la filatelia, donde por cierto hay sellos religiosos y ninguno antirreligioso.

He tenido amigos sacerdotes con los que se podía dialogar de religión, con los que he tenido auténticas reflexiones colmadas de interesantes y creativas conclusiones. Indudablemente con los que, por su intolerancia, no se puede dialogar, ya no han formado parte de mis amistades.

No sé con quién dialoga usted de religión, pero por todas las acusaciones que vierte, deben de ser auténticos tochos. Espero, finalmente, como destaca en la conclusión final de su artículo que su agresiva última columna no sea para esconder, con su placer, una insólita y deconocida virtud.

¡Qué se casen los curas!

mayo 21st, 2014

Las amantes de los sacerdotes, en una carta escrita al Papa, le solicitan que derogue el celibato. Una lastra terrible que se mantiene desde el Concilio de Trento (1545-1563), donde la mujer quedó condenada por ser la causante de ese infantil relato de la serpiente y la manzana. Estoy a favor de que se casen los curas, ya se arrepentirán.

Pedro ya estaba casado, sino Marcos en el NT no hablaría de la salud de su suegra, incluso existe un manuscrito gnóstico que se titula “La hija de Pedro”. Lucas en (Lucas 8,13) destaca que “algunas mujeres acompañaban a los doce”, y en la Carta de los Corintios se señala el derecho de los apóstoles a llevar en sus viajes misionales a sus mujeres. Es muy posible que algunas de estas mujeres fueran apóstoles, ya que Pablo saluda a una mujer apóstol llamada Junias (Romanos 16.7), o mujeres profetas (Hechos 2.7).

Por otra parte vemos que las reuniones clandestinas se hacían siempre en casas de mujeres: Ninfa (Colosenses 4.15); Cloé (Corintios 1,11); Lidia (Hechos 15, 14.15.40).

Muy pocos teólogos dudan que María Magdalena no fuera la esposa de Jesús o su amante, como las amantes de los curas que firman la carta al papa Francisco. En la vida sexual de Jesús podemos leer episodios en los que todo hace sospechar que ha tenido relaciones sexuales con otras mujeres. Así en el Evangelio de Tomás, el mejor de todos los Evangelios gnósticos, una mujer llamada Salomé le dice a Jesús: “¿Quién eres tú, hombre, y de quién procedes? Has subido a mi cama y has comido en mi mesa. Yo soy tu discípula”. Me imagino que no subiría a su cama para brincar como un niño y juguetear con las almohadas.

Está claro que Jesús tenía como compañera sentimental a María Magdalena o María Magdala apellido que en hebreo significa “exaltar”. Su relación con ella suscita que los apóstoles le reprochen que la bese en la boca, en el Evangelio de Felipe leemos: “Él la amaba más que a todos sus discípulos, y la besaba frecuentemente en la boca”.

Pedro, padre de la Iglesia, es la representación del machismo, algo así como el Cañete de hoy. De la mujer de Pedro no sabemos nada, ya que es omitida por él y por los discípulos, sólo sabemos la dramática historia de su hija y el trato tan cruel que tiene con ella. María Magdalena es concreta cuando acusa a Pedro de odiar al género femenino. Se evidencia, por otra parte, que la presión que Pedro ejerce sobre María Magdalena es terrible, ya que la hace titubear. La realidad es que Pedro no puede admitir que ella sea superior a él, pero tiene que aguantar porque Jesús se lo ordena.

Podría llenar las páginas de episodios como los citados, un día hablaré de la homosexualidad en la Biblia, que también tiene tela. Ocurre que la gente tiene en casa la Biblia y, como el Quijote, son libros que nunca se han leído.

El papa haría bien en derogar el celibato, así se desfogaran los curas con sus mujeres y dejaran de perseguir a las de los otros. También aprenderán lo que es tener suegra, suegro y cuñados y compartir la fiesta de paz Navidad con toda esa corte. Y se acostumbrará a escuchar cada día, cuando salen de casa, a su mujer decir aquellos de: ¿A qué hora vendrás cariño?

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