Cómo nos envenenamos y nos asesinan silenciosamente.

octubre 16th, 2019

Cómo nos envenenamos y nos asesinan silenciosamente.

 

Es como si existiera un complot mundial de multinacionales que se hubieran conjurado, cada una en su sector, para no dejarnos pasar de determinada edad. Unas en la alimentación, otras en las bebidas alcohólicas y azucaradas, otras en bollería y “chuches”, otras contaminando el medio ambiente y llenando de plásticos, hidrocarburos y mercurio las aguas de las playas para que no podamos disfrutar, gratuitamente, del agua salada del mar. Además lo tienen fácil, pues el ser humano es propenso a consumir todo aquello que le erosiona la salud. Y la mayor parte de la población de clase media – con perdón de la expresión -, come mierda y no tienen ni idea de lo que se meten en la boca.

 

En Occidente hemos avanzado mucho en temas de salud, la medicina ha dado un salto espectacular en cuanto a farmacopea y tecnologías que han permitido una mayor longevidad y una mayor calidad de vida en las edades avanzadas. En Occidente vivimos más sanos y más tiempo, pero estas cualidades también han sido debidas a un cambio educacional en la alimentación, un cambio que solo ha funcionado a golpe de decreto y multas millonarias. El ciudadano empieza a saber y se interesa por conocer que alimentos son sanos y cuales nos matan poco a poco.

 

Sin descartar las causas hereditarias y genéticas, la salud de los seres humanos depende muy especialmente de la alimentación que se ha recibido durante la infancia y la que se practica de adulto. Otro factor de influencia es el entorno en que vivimos, el aire que respiramos, la contaminación, los materiales que nos rodean y forman parte de nuestro hábitat, la higiene, nuestra exposición al Sol, la radiactividad de los sótanos del Maresma, etc.

 

Una carencia de alimentación adecuada en un niño tendrá claras repercusiones en su cerebro y en su vida futura. Las secuelas serán inevitables si el niño ha pasado hambre y ha estado falto de vitaminas para un crecimiento correcto. El desarrollo normal de un ser humano precisa unos mínimos en proteínas y vitaminas, calidad de los alimentos y variedad si no queremos ser víctimas de secuelas el resto de nuestras vidas. Y también influirán los aspectos psicológicos, el miedo, el horror que viva, el estrés, la ansiedad y los abusos sexuales. Es evidente que los alimentos no se digerirán igual si estamos sometidos al estrés, incluso esta situación nos hace candidatos a enfermedades en el aparato digestivos. Una simple comida de negocios o con un plasta que no está explicando cosas desagradables, es sin duda, mal digerida por nuestro sistema digestivo que está produciendo jugos gástricos innecesarios o bilis en exceso.

 

Nuestra insolidaridad mundial está creando en países pobres millones de niños que por necesidad de alimentos no serán, de adultos, seres totalmente capacitados. Sus cerebros no habrán recibido los estímulos necesarios ni los alimentos básicos que precisa este órgano para crecer adecuadamente. Alimentos como los oligoelementos, las vitaminas, la fruta, las verduras, etc. Debemos decirlo pero estamos creando individuos de tercera clase. Individuos que no alcanzaran nunca unos buenos QI (Coeficientes de Inteligencia), que serán propensos a enfermedades dado que su sistema inmunológico no será tan efectivo como el de otros.

 

Se conoce que existen una serie de alimentos que son perjudiciales para la salud, pese a ello los seguimos consumiendo debido a la presión publicitaria de las multinacionales de la alimentación, cuyo principal objetivo es vender aquello que han producido, comprado a agricultores a precios irrisorios, que después han elaborado, empaquetado y distribuido, en algunos casos con escasos controles de sanidad o controles que son insuficientes pero que son válidos por ahora.

 

Además laminamos nuestra salud fumando, bebiendo alcohol (gastamos 174.314 millones anuales en bebidas alcohólicas, en España consumimos anualmente en cerveza el equivalente a 1380 piscinas olímpicas) y consumimos dos productos que son auténticos venenos para nuestro cuerpo: la sal y el azúcar. Si a todo eso le añadimos productos fritos, grasas, conservantes y exceso de calorías, tenemos el coctel perfecto para envejecer mal y tener una vida corta. Destacar que mientras en Occidente morimos por comer demasiado y arrojamos a las basuras el 32% de la comida, en otros continentes la gente se muere de hambre, o padece secuelas toda su vida debido a la falta de una alimentación correcta en la niñez.

 

Algo a lo que no damos importancia y es esencial es el tema de las enzimas de las cuales depende nuestra salud. Las enzimas son proteínas catalizadoras que se forman dentro de las células de los seres vivos. En los alimentos que consumimos se producen miles con funciones específicas.

Destaca el doctor Hiromi Shinya[1] que las enzimas son fundamentales para el control de la salud. Sin embargo, existen los malos elementos de siempre que consumen nuestras enzimas madre: alcohol, tabaco, contaminación atmosférica, ondas electromagnéticas, estrés, etc.

 

Las enzimas las reponemos cuando ingerimos alimentos frescos, en realidad todo lo que comemos debería ser fresco, pero la cadena alimentaria en las grandes ciudades tarda días en traer de los huertos o granjas los productos de consumo. A las multinacionales de la alimentación solo les interesa vender sus productos, aunque esos productos debieran de ser eliminados de la dieta humana. Me refiero a la azúcar refinada, a las carnes rojas y procesadas, a los alimentos salados, a los refrescos azucarados y la repostería, sobre todo, la industrial.

 

En otras ocasiones se consumen productos cuyas fechas de caducidad han eliminado toda su riqueza vitamínica o alimentaria. De vez en cuando, venganzas o luchas entre multinacionales de la alimentación, destapan algún escándalo como el de la carne caducada del Brasil. De la carne ya hablaremos más ampliamente.

 

La Talidomida, de la Compañía alemana Grlinenthal GmbH, fue un fármaco que se prescribía (1957-1963) para calmar las náuseas en los tres primeros meses de embarazo y también la causa de un gran número de nacimientos con malformaciones congénitas.

 

Desde 2007 se ha observado el nacimiento de bebés sin manos o sin brazos en Francia. Unos 150 nacimientos de media al año.     Se ha intentado comprobar si se trata de los efectos de un medicamento, como en el caso de la Talidomida, pero no se ha encontrado relación entre medicamentos, tampoco se han visto posibles causas genéticas ligadas a fármacos, ni exposiciones a tóxicos. Pero 150 casos de media anual, salen de todo tipo de estadística probabilística, y los expertos sospechan de algún producto.

 

En la actualidad se buscan orígenes comunes, ya que no pueden considerarse factores como el azar, el número de casos es superior a lo normal. Se piensa en la alimentación o en alguna sustancia utilizada en la agricultura o en la medicina veterinaria. Tiene que ser un factor al que todas las madres estén expuestas, como aire contaminado, sustancias tóxicas, un alimento tratado con algún producto químico, el contacto con un producto de limpieza….hasta ahora toda investigación ha fracasado.

 

Los materiales que nos rodean, los productos químicos que se utilizan en la agricultura, la contaminación atmosférica, los plásticos, los venenos que arrojamos al mar, las pinturas y una interminable lista de productos antinaturales nos están asesinando silenciosamente. Pese a ello seguimos cultivando mejillones entre hidrocarburos escapados de los petroleros o gambas con ácido bórico; fabricamos latas de conservas que pueden causar botulismo u hortalizas con captafol. Comemos higadillos, tripillas y riñones tratados con finalizadores,  filetes de vaca con perineumonía, ternera con tuberculosis,  frutas con conservantes. Y entre los postres los flanes con lacto sueros.

 

En otras ocasiones es nuestra ignorancia y para presumir de un buen bronceado, tomamos el Sol durante horas en la playa o en las estaciones de esquí, y si somos “urbanitas” utilizamos cabinas de bronceado, en cualquier caso, nos  exponemos a cáncer de piel.

 

Según la revista Science & Vie[2], en 2015 se produjeron en Francia 382 casos de melanomas cutáneos, siendo 1,5 de ellos atribuibles a la exposición en cabinas de bronceado. Hablamos de Francia, un país en que, en 2009, los UV fueron clasificados por la OMS como cancerígenos en nivel 1. En países como Brasil, desde 2009 se prohibieron las cabinas de bronceado, una prohibición que aplicó Australia en 2014.

 

La industria de los rayos UV es muy poderosa y produce importantes beneficios y se opone, legalmente, a prohibiciones en otros países. Las Sanidades Estatales tratan de evitar que aparezcan nuevos establecimientos controlando las dosis, ya que en el 60% de los casos son superiores a lo permitido. Por otra parte existen Centros Médicos que en sus contratos no se hacen responsables de melanomas causados por los rayos UV. Pese a toda esta verdad, los centros de UV siguen achicharrando la piel de aquellos y aquellas que les gusta parecerse al hombrecito rojo que se ilumina en los semáforos.

 

 

 

 

 

 

 

[1] Jefe de la Unidad de Endoscopia Quirúrgica del Centro Médico Beth Israel en New York, y profesor de Cirugía Clínica del Colegio de Medicina Albert Einstein.

[2] Diciembre de 2018.

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