The Drunk Monk y Ninkasi la diosa cerveza

noviembre 10th, 2012

Sven Bosch, es maestro cervecero belga y catalán, regenta del The Drunk Monk, cervecería calificada como una de las mejores del mundo. He bebido en este lugar sus excelentes cervezas que me ha “tirado” el propio Sven Bosch, recomiendo el lugar a los amantes de la buena cerveza.

He querido buscar los orígenes de la cerveza y he descubierto que son tan antiguos como la fabricación del pan, datan de finales del neolítico, casi la misma época en que el hombre primitivo pintaba en Tassili – en lo que hoy es el desierto del Sahara argelino – unos frescos fascinantes en los que se muestra que se bebía agua-miel.

La cerveza nació en esa época, cuando un hombre o una mujer del neolítico se dejaron al aire libre, fuera de las grutas en que vivían, una papilla de cebada muy clara y cuando regresaron hallaron que había una multitud de burbujas en su superficie. Posiblemente acercaron el oído y escucharon una especie de chirrido. La verdad es que se atrevieron a beberlo y descubrieron que era agradable, tal vez un poco amargo, picante, pero proporcionaba una sensación tónica, alegraba y estimulaba. Acababan de descubrir la cerveza.

Con toda seguridad fue así, aunque no tengamos pruebas de ello. Pero si existen pruebas de su consumo entre los sumerios hace 6000 años, ya que existe un grabado de la época en una tablilla de arcilla que representa a bebedores de cerveza. ¿Cómo se sabe que estaban bebiendo cerveza? Pues se sabe porque junto al grabado están escritos unos versos en caligrafía cuneiforme, versos en los que se reproducen algunas canciones invocando a la diosa cerveza: Ninkasi.

Ninkasi era la “Señora que llena la boca” y nació en “aguas frescas burbujeantes”, era la diosa que elaboraba la cerveza.

Lo demás ya es historia: su introducción por los romanos o los celtas en Europa, su fabricación en los monasterios trapenses y cistercienses en los siglos VI y VII y su producción en masa a finales del siglo XVIII.

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50 años de 007

octubre 5th, 2012

Se cumplen 50 años de las primeras películas de James Bond que se estrenaban en el cine Tívoli de Barcelona. Películas cuyas novelas de Ian Fleming interpretó magistralmente Sean Connery, el mejor 007, y leí con deleite. Recuerdo especialmente sus villanos: el doctor No (Josep Wiseman) y su mano ortopédica; Rosa Klebb (Lotte Lenya) con sus zapatos con cuchillas retráctiles en “Desde Rusia con amor”; el magnate del oro Goldfinger (Gert Frobe), con Oddjob (Harold Sakate) y su mortífero sombrero; “Tiburón” (Richard Kiel) y su mandíbula de acero; Blofeld (Donald Pleasence), jefe de Espectra y su gato blanco; Y Scaramanga (Cristopher Lee) y su pistola de oro desmontable.

No quiero omitir las chicas Bond, especialmente la primera, Ursula Andress, saliendo espectacularmente de las aguas del Caribe; y H. Blackman, la piloto de Goldfinger; y Jane Seynour y sus cartas de Tarot en el mundo del Vudú, sin olvidar a Miss Moneypenny.

De sus gadgets, al margen de aquel rifle desmontable, recuerdo el maletín con sus monedas de oro, su cuchillo incorporado y su cierre explosivo. Quiero recordar que 007 plasmó en “Desde Rusia con amor” la primera pelea cinematográfica en el interior de un compartimento de un vagón de tren.

Finalmente quiero transcribir algunas de mis frases favoritas de unas pocas películas. Las más conocidas de cualquiera de sus películas son: “Mi nombre es Bond, James Bond”, y “Un Martini con Vodka, mezclado pero sin agitar”.

En “El mañana nunca muere” M le dice a 007: “Quiero que proteja a esa mujer, conviértase en su sombra, pero recuerde que la sombra siempre va delante o detrás, nunca está encima”.

En esa misma película el magnate de la Prensa le explica a 007: “Las palabras, señor Bond, ésas son las nuevas armas. César tenía sus legiones, Napoleón su Gran Armada. Yo tengo mis divisiones: televisión, informaciones, revistas… De aquí a media noche, habré alcanzado más personas que nadie en la historia”.

En Casino Royale la chica Bond le advierte a 007: “Tu ego y yo no cabemos en el ascensor”. Y en esa misma película M exclama: “¡Echo de menos la guerra fría!”.

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Carta abierta al Sr. Lara

octubre 1st, 2012

Me sorprenden las declaraciones de José Manuel Lara, uno de mis editores con el que he escrito tres libros. Mezclar cultura y conocimiento con partidismos es un mal asunto, porque es un tema de reflexiones más profundas que trataré de evitar. Valga como introducción destacar que siempre he escrito mis libros (cerca de 60) en castellano, sólo uno en francés.

El señor Lara teme que un estado, independentista o federal de Catalunya, avoque a una legislación en la que el único idioma oficial sea el catalán. Señor Lara, no somos talibanes, somos cosmopolitas y nuestra divulgación cultural es plurilingüe. Escribimos para el resto de España y para América Latina donde usted vende la mayor parte de su producción, y traducimos al resto del mundo.

En Suiza, país donde usted sabe que existen importantes editoriales, se escribe en francés, italiano y alemán. ¿Por qué buscar problemas a los idiomas? ¿No se está buscando un argumento político a la difusión cultural?

Las traducciones ya no son un problema, un libro puede publicarse instantáneamente en cualquier idioma desde aquí como desde Hong Kong. ¿Qué vaga excusa significa el tenerse que ir de Catalunya para publicar? ¿Quién habla sólo utilizar el catalán? El futuro de la edición es plurilingüe, aquí y en todas las partes del mundo. Vivimos en un mundo dónde un periódico puede editarse en varios idiomas, donde las traducciones son simultáneas, y usted habla de talibanismos lingüísticos.

Me temo que el señor Lara esconde razones políticas y vagas excusas en sus argumentos lingüísticos. ¿Desde cuando la difusión cultural – novela, divulgación científica, narrativa, etc. – ha tenido fronteras lingüísticas?

Señor Lara tengo un perro – de nombre anglosajón  Sam, de origen Pirineo catalán o francés –  al que le hablo en castellano y en catalán, alguna vez le doy una orden en alemán. ¿Tengo que enviarlo al extranjero?

Mi primer airmiss

septiembre 24th, 2012

Este artículo está dedicado a Xavi Mocholi del Pub2000, con su flamante título de piloto privado de Aviación. Para los profanos un “airmiss” en el argot de la aviación es un incidente en el que dos aviones se cruzan demasiado cerca. Es decir, apunto de colisionar.

Mi primer airmiss tuvo lugar en un vuelo desde Vitoria a Sabadell, volábamos dos en una Beechcraft monomotor de cuatro plazas. Como ha transcurrido el tiempo seré sincero, nos habíamos bebido tres gin-tonics cada uno en el recién estrenado aeropuerto de Vitoria cuyo director técnico era también amigo nuestro y nos había estado haciendo demostraciones del “látigo” de pista. Lucía un día soleado y decidimos hacer un vuelo visual, nada de instrumental, volando siempre sobre el margen derecho del Ebro, así nos ahorrábamos formulismos en el plan de vuelo.  Llegamos a las cercanías de Zaragoza y por radio anuncie a la torre de control del aeropuerto: “Eco Charli, Bravo Eco Papa (EC-BEP), volando en su espacio aéreo, espero instrucciones”. El controlador de Zaragoza me indicó: “los tengo en pantalla, colóquense en zulu-zulu”. Mire desconcertado a mi compañero de vuelo que llevaba los “cuernos”, a quién lo de zulu-zulu le sonaba a un cómic de Tin Tin. Ojee el libro de “petete”, coloquialmente libro donde están todos los aeropuertos de España, y no me aparecía zulu-zulu, también consulte las cartas de navegación y, finalmente, insistí: “Torre, he entendido bien zulu-zulu”, a lo que la torre contestó: “correctamente, ha entendido bien zulu-zulu”. Nos pasamos los “cuernos” y mi compañero de vuelo buscó afanosamente en libros y cartas de navegación. Al final tuvimos que llamar a la torre de control y explicar con embarazo y vergüenza: “Torre, lamentamos desconocer la ubicación zulu-zulu”. Al otro lado de la radio se oyó una orden tajante y estridente: “¡Sitúense, inmediatamente, al margen izquierdo del Ebro!”. Justo cuando iniciábamos la maniobra de “evasión”, despegaba un Boeing de la British Airway cuyas turbulencias nos empujaban más que nuestros esfuerzos de maniobra evasiva. Siempre lo recordaré, el piloto de la British era rubio y con bigote, y nos miraba con la boca abierta y los ojos desorbitados.

Ese fue mi primer airmiss, todavía no sé donde coño está la zona zulu-zulu, si lo entendimos mal o si el controlador de Zaragoza estaba más cocido que nosotros. La moraleja es no bebas nunca tres gin-tonics si pilotas… que sean cuatro o cinco.

El segundo airmiss fueron dos Phantons del E.A. que nos hicieron la gracia de un picado rasante, vinieron por  las seis y desde arriba, aún siento el ruido y las turbulencias en mi estómago. No les vi las caras porque llevaban los cascos de la “guerra de las galaxias”, pero seguro que se reían al verme con la boca abierta y los ojos desorbitados.

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