Destaca el presidente de Francia que estamos en guerra contra el terrorismo. Pues no, como destaca Fukuyama, estamos ante un enfrentamiento de civilizaciones. Las guerras acostumbra a tener unas normas, unas leyes internacionales, un respeto por los civiles. Lo que estamos padeciendo carece de todo tipo de normas y de respeto, es un enfrentamiento en el que no importa si las víctimas son niños, mujeres, ancianos. Por parte de uno de los contendientes existe un «aquí vale todo».
Digamos las cosas por su nombre y admitamos que estamos en una contienda religiosa en la que una parte está anclado en el el medioevo, atiborrada de creencias infantilizadas que le empujan a islamizar Europa de la misma manera que en el pasado pretendimos evangelizar su continente.
Para los islamistas radicales y ortodoxos, nuestra civilización no es trigo limpio. Es una civilización con la que no hay que mezclarse porque está cargada de pecado. Es una civilización que permite la libertad de expresión, gobernada por laicos o ateos que permiten la crítica religiosa. Es una civilización en la que las mujeres son equiparables a los hombres y que, ellas, visten con descaro. Tenemos una música endemoniada, bailamos obscenamente, bebemos alcohol, comemos cerdo, tenemos ideas heréticas sobre el más allá, nuestra ciencia busca el antienvejecimiento del ser humano y la inmortalidad.
Insisto que no es una guerra, es un enfrentamiento de civilizaciones. Son dos formas opuestas de ver el mundo, una santurrona y otra progresista; una condicionada mentalmente, otra abierta a todas las nuevas ideas; una que quiere imponer sus teocracias, otra que ha logrado separar a la Iglesia del Estado; una dispuesta a matarnos por sus creencias, y otra humanista.
Sucede que en esta contienda Occidente tiene el enemigo en casa, un enemigo que está dispuesto a inmolarse si con su acción se lleva a unos cuantos de nosotros y «limpia» de herejes la tierra que quiere conquistar.
Mientras no admitamos que es un enfrentamiento entre civilizaciones, seguiremos teniendo una visión parcial del problema. Tenemos que empezar a reconocer que no vienen a Europa a integrarse en nuestra civilización, vienen a traer la suya y barrer la nuestra.