Nos espían desde el cielo

abril 11th, 2018

 

 

Nos espían desde el cielo.

 

Ya no son sólo las naciones las que utilizan los satélites espías para vigiar y realizar reconocimientos, las empresas privadas han entrado en el sector pisando fuerte.

La presencia de las empresas privadas era algo previsible, ya que han visto los grandes beneficios que la información espacial depara. Antes de entrar en las posibilidades de negocio a través de los satélites espías daré algunos datos del  sector, con el fin de convencer a los escépticos que el futuro es el espacio.

Hoy el sector espacial mueve unos 500.000 millones de dólares, se prevé que antes de 25 años esa cifra ascienda a 2 o 3 billones de dólares. La extracción de minerales en el espacio y su habitabilidad manejara 2,3 billones de euros antes de tres décadas.

Los satélites espías de simple observación o de comunicación de la industria privada, un CubeSats, solo cuestan 5 millones. El 59% de los aparatos lanzados son misiones comerciales, el 23% civiles y sólo un 5% militares. Podemos decir de los pequeños satélites que 1 % son de comunicaciones, un 8% científicos, un 18% tecnológicos y 73 de observación “espionaje industrial”.

Uno de los sectores privados que ha olido los beneficios del sector espacial, son las Compañías de seguros, entre ellas Aviación y Espacio de Mapfre Global Risks.

Sepamos que ya se ha elaborado una lista de asteroides con sus posibilidades mineras. Un asteroide de 500 metros de diámetro rico en platino puede estar valorado en 2,3 billones de euros. Por ejemplo se han tasado los metales del asteroide Psyche en 10 cuatrillones de dólares y se está preparando una misión conjunta NASA/empresas privadas, para llegar lo antes posible a este pedrusco de la fortuna.

Cuando escribo estas líneas tengo delante de mí  un grueso dossier de Proyectos Mineros Propuestos, basado en datos de Asterank en los que esta Compañía privada ofrece a la venta la información de una lista de asteroides (con sus parámetros financieros y técnicos) que son considerados como los mejores objetivos a razón de costo-beneficio. Solo citaré un asteroide denominado Anteros que tiene un valor estimado de 5.570.000.000.000 dólares y que una vez descontado los gastos de cohetes, transporte y extracción, la ganancia se estiman en 1.250.000.000.000 dólares, y he elegido uno de los cuerpos cuya composición no es oro, ni platino, ni piedras preciosas; simplemente silicato de magnesio, aluminio y silicato de hierro. La lista en la que están Ryugu, Nereus, Didymos y muchos más es como El Dorado del espacio.

Por otra parte no será necesario traer los minerales a la Tierra, muchos estarán destinados a la construcción de estaciones, grandes naves y colonias espaciales.

Bill Gates, a través de la empresa Kymetal, también ha registrado la información de un gran número de asteroides, de los cuales he tenido acceso a los 50  más rentables algunos con valores por encima de los 80.000 millones. En ellos se puede encontrar níquel, hierro, cobalto, nitrógeno, platino, metales exóticos, piedras preciosas, coltán, tántalo, grafeno, etc.

Toda esta información, en la que se incluye órbitas, masas, fechas de mayor proximidad, etc., se han obtenido con satélites de observación. Se puede decir que, a grandes rasgos existen tres tipos de satélites espías: de observación u ópticos, electrónicos o de escucha, y los equipados con radar.

Los de observación militar están equipados con telescopios más potentes que el Hubble o Spitzer que les garantiza una resolución de 2,4 cm, desde 550 km de altura. Algunos llevan softwares muy sofisticados que analizan parte de lo que están observando.

Citaré algunos ejemplos de cómo obtienen beneficios con la simple observación desde el espacio. Así, conocer en qué zona hay muchos petroleros permite saber que allí va a caer el precio del petróleo por la gran oferta que hay. La observación permite informar a Compañías Navieras de la situación de los bancos de pesca y asegurar su pesca, la cantidad y cómo irán los precios de venta en las lonjas, así como sus repercusiones monetarias en la venta y en las acciones de la bolsa. Conocer que cosechas van a ser productivas sirve para concretar con antelación los contratos de compra o venta, pagando más o menos dependiendo de la oferta o escasez. Pasará igual con las reses y el ganado en general. La nieve en las estaciones de esquí y el caudal de los pantanos repercuten en las eléctricas, igual que saber los paros que tienen las centrales nucleares. Conocer la falta de agua representa abastecer desde otros lugares, lo que influye en el precio del mercado.

Los satélites dotados de infrarrojos son capaces de detectar la actividad de motores de las fábricas, incluso bajo tierra, lo que permite saber las horas que han trabajado y la producción que pueden realizar de determinados productos. Una variación en la producción afecta al precio del mercado. También son verdaderos sabuesos en la localización de laboratorios clandestinos de droga.

En lo que respeta a este mercado, el de la droga, no nos engañemos, los servicios de inteligencia conocen todas las plantaciones y, algunos de ellos están untados hasta el cuello de la camisa. Sepamos simplemente que el mercado del narcotráfico tiene sembrado unas 100.000 hectáreas de hoja de coca solo en Colombia, que los satélites espías ha captado sólo en el puerto de Tumaco una acumulación de hasta un 20% de la siembras. Leo un informe de la DEA y el NIH (National Institute on Drug Abuse) y las cifras son escandalosas. Solo en Estados Unidos hay 24,6 millones de americanos que abusan de las drogas y que produjo que, en el 2015, muriesen 52.404, convirtiéndose la droga en la primera causa de muerte del país.

Las cifras de la cocaína son desbordante: un kilo de cocaína vale en la selva de Colombia 1.300 $, en Estados Unidos 27.000 $; en Europa 53.000 $, y en Australia 200.000 $. Eso nos da una idea del negocio y lo que chupan intermediarios y funcionarios sobornados, incluso la CIA es sospechosa de negociar en ese mercado con la información que tiene a través de sus agentes o los satélites, que saben perfectamente las corrientes del tráfico de coca, heroína, marihuana, opiáceos sintéticos, etc.

Una de las misiones del satélite espía español Paz, será controlar la distribución de drogas que entran a través del norte de África a España para distribuirse por Europa. Drogas como el hachís que todos sabemos de dónde viene y quién es el mandamás en su producción. Y no nos engañemos pero también hay funcionarios y policías españoles que están sobornados.

Los satélites espías, especialmente la nueva generación de CuboSat, son construidos por los equipos de Ingeniería de la Universidades, con la ayuda de los Departamentos de Arqueología, ya que servirán para encontrar yacimientos arqueológicos, rutas antiguas y ciudades perdidas. El Indina Jones de hoy no lleva un látigo, sino un Smartphone conectado a un satélite o a un centro de análisis que está recibiendo información de un satélite, lo que le perite excavar en el lugar exacto. Los Departamentos de Geología sabrán no solo que minerales abundan en una zona determinada, sino la potencialidad de las bolsas de petróleo o gas. Una aplicación – imagen, luminosidad y ruido detectado -, permite determinar la zona dónde ha caído un meteorito, que podrá estudiarse o venderse a un coleccionista. Un CuboSat colocado sobre una ciudad puede, desde determinar los flujos de circulación de vehículos, hasta calcular el número de personas de una manifestación o concentración.

Los satélites también son aplicables al turismo ya que pueden controlar rutas del vuelo de aviones, trasatlánticos o navegación privada, y determinar por la afluencia de bañistas que zonas de playas es más interesantes para instalar hoteles, restaurantes o chiringuitos. Y si a todo lo dicho le aplicamos algoritmos y extrapolamos datos… los propietarios de los satélites se convierten en semidioses. Este es un sector con muchas e increíbles posibilidades, donde la información genera dinero…y las imágenes dan mucha información si se trabajan con inteligencia y singularidad.

Pero no todo es tan sencillo como lanzar un satélite y ya está. La calidad de la información va a depender de los instrumentos que se embarquen: sensores infrarrojos, radares, tamaño del telescopio, captadores de transmisiones y de ruidos, etc. También debo decir que se precisan centros de análisis que son muy costosos, antenas de recepción de información, radares que permitan ver a través de las nubes, detectores de ruido, utilización de sistemas criptográficos muy costosos pero seguros ante el robo de información por otro satélite, ya que se puede lanzar un satélite que espíe a otro satélite y le robe la información que obtiene.

En cualquier caso ya hay más de mil pequeños satélites que van desde Femtosat de 100 gramos, hasta los Mini-satélites de 100 a 500 kg, pasando por los Picosat de un kilo, los Nanosat de 10 kg y los Microsat de 100 kg como peso máximo. Concretamente en la actualidad ya se han lanzado 750 CuboSat, y la industria de las lanzaderas (cohetes) son cada vez más abundantes y con precios más competitivos que, en el día de hoy, ya está por debajo de los 5 millones de dólares, dado que también está entrando en competición el mercado de los drones espías.

Este es un tema que da para escribir un libro de más de 500 hojas, con datos, anécdotas, competencias y el futuro que viene.

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