He explicado muchas veces que el fallecido Louis Pauwels, en mayo del 68, sentado en las escalinatas del Odeón de París y rodeado de estudiantes, anunciaba que “si queríamos cambiar la estructuras sociales, primero teníamos que cambiar la estructuras mentales”.
Casi por las mismas fechas, el profesor Anatole Dolinoff, en su laboratorio de cryogenía, donde le ayudaba, me explicaba que “algunos tienen las estructuras mentales tan fosilizadas y anquilosadas que es imposible hacérselas cambiar”.
Conozco a estos últimos personajes sugeridos por Dolinoff. Forman parte de los seguidores de los obsoletos valores de antaño, de las creencias religiosas en las que fueron condicionados desde pequeños, de una moral represora y una ética dudable. Son los que se niegan a cambiar y persisten en que todo siga igual para poder seguir enriqueciendo sus patrimonios. Son los que no quieren cambiar las Constituciones, ni las leyes, ni las estructuras no fuera a ocurrir que el sistema fuera mejor y ya no se les necesitase.
Hoy precisamos urgentemente un cambio, y no podemos esperar un relevo generacional. Es decir, esperar a que los “cerebros fosilizados” fallezcan para cambiar las cosas. El cambio lo precisamos aquí y ahora.
Las tecnologías emergentes nos están ayudando en ese cambio. Las costumbres y las formas de comunicación se han transformado, y como consecuencia las relaciones sociales. Internet ha cambiado nuestras vidas… pero los “cerebros fosilizados” siguen estando ahí.
Nuestra esperanza de revolución está en realizar algo que ellos nunca practicaran: buscar ideas Singulares. Y para ello precisamos un pensamiento singular, que comporta ver el mundo con otras realidades, razonar apoyándose en lo inverosímil, algo así como si estuviéramos en el País de Alicia o utilizando los postulados de la Mecánica Cuántica, donde una partícula puede estar en dos lugares a la vez.
Debemos pensar sin miedo en las resoluciones más asombrosas, extraordinarias, portentosas e imposibles. En la ciencia siempre han sido las proposiciones más excéntricas y perturbadoras las que han llevado a crear las hipótesis más estables. Por muy descabellado que parezca un pensamiento siempre tendrá, hoy o mañana, una posibilidad de materializarse. Todo lo que alguien sea capaz de pensar, otra persona será capaz de conseguir.
Hay que buscar en los recovecos de nuestro cerebro la originalidad innata, la singularidad que está en el núcleo de nuestras neuronas inscrita desde que apareció el mundo. Está ahí porque forma parte del futuro de la humanidad, y nuestro cerebro lo almacena entre la información, que según Stephen Hawking, nunca se destruye.
Los jóvenes de hoy tienen que alcanzar esa actitud de “pensamiento Singular”. Es su gran oportunidad para sorprender a los “cerebros fosilizados” y cambiar el mundo hoy. Una sola idea inesperada puede transformarlo todo. Un pensamiento puede cambiar el mundo. Un frase singular desmontar el sistema. Y ellos, los “cerebros fosilizados”, no tendrán capacidad de respuesta porque nunca se les podía haber ocurrido que hay otra realidad que no está en el sistema cavernoso actual.